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Mujer_Historia Social: Trabajo precario y estrategias de subsistencia

by reenvia Red Latina sin fronteras (redlatinasinfronteras.sur [at] gmail.com)
En las fronteras de la precariedad. Trabajo femenino y estrategias de subsistencia (XVIII-XXI)
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En las fronteras de la precariedad. Trabajo femenino y estrategias de subsistencia (XVIII-XXI)
Cristina Borderías (Universitat de Barcelona)
Manuela Martini (Universidad de Lyon 2-LARHRA)

La precariedad laboral es un rasgo de la reciente crisis económica, sin que pueda decirse que es algo nuevo. Esta precariedad ha terminado por afectar en mayor medida a las mujeres, –mayor temporalidad, mayor frecuencia del trabajo a tiempo parcial, desprotección, y bajos salarios-, aunque la difusión del concepto de feminización del trabajo da cuenta de su generalización. Este dossier incluye cinco estudios empíricos que, desde distintos espacios económicos -urbanos, industriales y rurales- y desde una perspectiva de larga duración, analizan formas y situaciones de precariedad laboral de las mujeres y de sus estrategias para hacerle frente. En esta introducción nos proponemos situarlos, sintéticamente, en el contexto del debate sobre el trabajo precario que ha ocupado a los científicos sociales desde la crisis abierta en la década de 1970, y al que se han incorporado más recientemente los historiadores.

Precariedad y género. Pasado y presente: Una introducción

La precariedad laboral es resultado de la reciente crisis económica, sin que pueda decirse que es algo nuevo. Esta precariedad ha terminado por afectar en mayor medida a las mujeres –mayor temporalidad, mayor frecuencia del trabajo a tiempo parcial, desprotección y bajos salarios-. Hasta la última crisis era común pensar que los avances de la igualdad eran una evolución histórica imparable. Sin embargo, el aumento de las desigualdades de género ha mostrado la fragilidad de esta hipótesis y la profundidad de sus raíces históricas, forzándonos a repensar sus fundamentos y sus mecanismos de reproducción.

Desde distintos espacios económicos -urbanos, industriales y rurales- y desde una perspectiva de larga duración, este dossier toma como punto de observación distintos momentos de cambio estructural, de reestructuración de la producción o crisis económicas, para analizar los mecanismos de reproducción de las desigualdades de género en los mercados de trabajo, . El mejor conocimiento de estos procesos históricos puede constituir una aportación relevante para la comprensión de la precariedad actual de los mercados de trabajo y del incremento de las desigualdades durante las crisis económicas habidas desde los años 80.

Este dossier incluye cinco estudios empíricos que analizan distintas formas y situaciones de precariedad laboral de las mujeres. En estas páginas introductorias nos proponemos situarlos, sintéticamente, en el contexto del debate sobre el trabajo precario que ha ocupado a los científicos sociales desde la crisis abierta en la década de 1970, y al que se han incorporado más recientemente los historiadores.

Apuntes sobre el debate en torno al trabajo precario

Precario: del latín “precarius”, derivado del verbo precare, es lo obtenido por favor o súplica. En el Derecho Romano, y por ello en muchos de los códigos civiles europeos, el “precarium” era un contrato por el que se obtenía el derecho de uso de un bien, que podía ser revertido al libre albedrío del propietario y debía retornarse en este caso a su requerimiento. Se trataba, así, de un contrato de duración indeterminada que entrañaba incertidumbre y riesgo. El término y el substantivo asociado de precariedad, no nació, pues, ligado específicamente al empleo, al trabajo o a las formas de remuneración; definía una relación de poder que colocaba al tomador del contrato en una situación de inestabilidad, ante un futuro incierto con riesgo de pobreza.

El concepto no fue tampoco especialmente utilizado por economistas o sociólogos del trabajo hasta que la crisis de la década de 1970 dio paso a un proceso de desregulación del mercado de trabajo que, frente al modelo de empleo standard de la era fordista -contratos estables, a tiempo completo y protección social-, fomentó el recurso a los llamados empleos “a-típicos” – contratos temporales, a tiempo parcial, subcontratación, imprevisibilidad y flexibilización de los tiempos de trabajo y los horarios laborales. Esta “flexibilización” del mercado de trabajo fue presentada, desde determinados sectores, como herramienta para facilitar la adaptación empresarial a los cambios económicos, y frenar el aumento del desempleo.[1]
La aplicación al trabajo del concepto de precariedad fue el resultado de la consideración de que estas nuevas formas de empleo “flexible” eran, junto al retroceso del estado de bienestar, una herramienta fundamental de precarización de la vida humana en la nueva fase del capitalismo globalizado.[2] Desde inicios del siglo XXI, el concepto traspasó el ámbito académico para convertirse en clave de contestación de la respuesta neoliberal a las crisis económicas: desde las protestas contra el G8 (Génova 2001) y las manifestaciones del primer May Day (2004), a movimientos locales como es el caso de los trabajadores “intermitentes” del espectáculo en Francia (2003), Precarias a la Deriva en España (2004), o el más reciente movimiento de Las kellys en España (2016).[3] En el contexto de estas movilizaciones cristalizó la conciencia de que, más allá de las diferencias regionales o nacionales, los cambios estaban afectando a las condiciones de trabajo en todo el mundo, incluyendo trabajadores altamente cualificados relacionados con las TIC, artistas y trabajadores de la cultura, la administración pública, el profesorado universitario, etc… configurando un colectivo que, dentro de la heterogeneidad de situaciones, vivía experiencias laborales similares que afectaban a sus vidas más allá del trabajo y podía, por tanto, compartir campos de actuación comunes. En su expresión más radical esta comunidad de situaciones e intereses, por encima de su heterogeneidad, ha llevado a concebir el precariado como una nueva clase social (Standing, 2012), distinta al proletariado.[4]

Los factores que caracterizan la precariedad en las sociedades actuales, en la definición clásica de Rodgers, son: inestabilidad, inseguridad, vulnerabilidad social y económica, y desprotección social del empleo.[5] Desde entonces, las investigaciones, procedentes de distintas disciplinas sociales, han avanzado en el análisis de las tendencias generales, sus causas y sus efectos, muy dispares según los contextos institucionales. Se ha señalado que formas de empleo “a-típicas” idénticas pueden tener efectos distintos sobre la población trabajadora, en función de una multiplicidad de factores, como el tipo de relaciones laborales, los distintos niveles de protección garantizados por las reglamentaciones laborales de cada país o los modelos del estado de bienestar. Como ha sido señalado, las formas de empleo a-típicas no son necesariamente precarias, y los trabajos standard tampoco escapan a la precariedad.[6]

El abaratamiento de los costes del despido, la menor cobertura por enfermedad o los más débiles derechos a pensión, como por ejemplo sucedió en Inglaterra durante la era Thatcher, en España a raíz de las últimas reformas laborales (2012), o en Italia después de las reformas del Código de Trabajo llevadas a cabo por Renzi entre 2014 y 2015, pueden introducir en contratos estándar una incertidumbre similar a la de los contratos temporales. De la misma forma que el descenso de los salarios por debajo de los niveles de subsistencia puede convertir a los trabajadores estables en precarios, no importa su nivel de cualificación; o el mal uso de las formas de contratación flexible puede convertir en trabajadores precarios a trabajadores con elevada cualificación, como es el caso, por ejemplo, de los contratos de “asociados” del profesorado universitario en España, los “assegnisti di ricerca” en Italia o los “chargés de cours” en Francia. La incertidumbre de su contratación -anual-, el cierre de la carrera profesional, los bajos niveles salariales y la exclusión de los beneficios sociales ha provocado una fuerte identificación de este colectivo con el precariado. En esta línea convergen los análisis de algunos organismos internacionales; la Organización Internacional del Trabajo ha insistido muy recientemente en la diferencia entre trabajo no estándar y precariedad, señalando que, mientras el primero ha de entenderse como una forma contractual, la precariedad deriva de las condiciones del trabajo.[7] En 2017 el Parlamento Europeo definía el empleo precario como aquel que no cumple con los estándares y leyes nacionales e internacionales de la Unión Europea y no proporciona los recursos necesarios para una vida decente o una adecuada protección social.[8]

Desde un punto de vista teórico, la elaboración posterior de Standing amplió la caracterización de trabajo precario planteada inicialmente por Rodgers. Standing define el trabajo precario como aquel que carece de siete tipos de seguridad: Labor market security, consistente en las posibilidades de acceder a un ingreso adecuado; Employment security, o derecho de protección frente al despido arbitrario; Job security o la oportunidad de retener un nicho de empleo y acceder a una movilidad ascendente; Work security o disponer de protección frente a accidentes, enfermedad y condiciones de trabajo duras; Skill reproduction security como la oportunidad de desarrollar y utilizar las cualificaciones adquiridas, Income security como la seguridad de ingresos estables; y Representation security como la garantía de tener una voz colectiva en el mercado de trabajo. Standing considera que el deterioro de estas atribuciones en los nuevos mercados de trabajo evidencia una tendencia global de incremento de la precarización. Una tendencia cuyos efectos fuera del ámbito estrictamente laboral afectan a la capacidad de gestionar y proyectar la propia trayectoria vital, siendo éste uno de los elementos de cohesión de las movilizaciones sociales en el continente europeo. [9]

Según Standing esta tendencia no afecta sólo a las economías europeas, sino también a países como China, India, Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia, incluyendo a sectores sociales con cualificaciones y niveles educativos relativamente elevados.[10] Las investigaciones de Standing relativas a los países del llamado “Global-South” son importantes en cuanto se ha considerado que la interpretación del trabajo precario como una tendencia general de los mercados de trabajo globalizados deriva de la adopción de una perspectiva euro-céntrica, ya que en la economías en vías de desarrollo los modelos de trabajo considerados estándar no han sido nunca significativos.[11]

El trabajo precario en perspectiva histórica y de género

“Si hubo un factor que determinó la vida de los obreros del siglo XIX ese fue la inseguridad”
Eric Hobsbawm, La era del capitalismo (1977), p.325

La escasez de empleo, la eventualidad y temporalidad de los contratos, la indefensión frente al despido arbitrario, la falta de protección de la salud y en la vejez, que caracterizan el trabajo precario en la etapa neoliberal, son rasgos comunes a la experiencia de los trabajadores en la primera etapa de la industrialización. La inestabilidad del trabajo y del ingreso, salvo para algunos grupos de trabajadores, especialmente los artesanos agremiados, era algo común en las economías pre-industriales, y se agudizó en la crisis del Antiguo Régimen, afectando incluso a oficios que hasta entonces habían gozado de una mayor seguridad.

CONTINUAR LEYENDO EL TRABAJO COMPLETO, VER ILUSTRACIONES, REFERENCIAS, NOTAS Y ENLACES RELACIONADOS EN: https://conversacionsobrehistoria.info/2023/10/14/en-las-fronteras-de-la-precariedad-trabajo-femenino-y-estrategias-de-subsistencia-xviii-xxi/

también editado y en difusión sin fronteras:

https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2023/10/14/mujer-trabajo-precario-y-estrategias-de-subsistencia/

https://publicar.argentina.indymedia.org/?p=14331
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