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Diez horas con la globalización-El individuo Nación
Diez horas con la globalizacion-El Individuo Nación
Oscar Sánchez Fernández de la Vega
Creer que nuestra identidad nos la puede proporcionar un territorio, un idioma, nuestras tradiciones y mucho menos una bandera, un himno o una patria es simplificar lo complejo. Con seguridad nuestra “individualidad” está potencialmente en nosotros mismos y todos los derechos deberían de orientarse a que se desarrollase total y libremente.
Hay que defender la identidad, puesto que la diferencia es un elemento constitutivo de cada ser humano y también de las identidades colectivas en que este se agrupa.
Oscar Sánchez Fernández de la Vega
Creer que nuestra identidad nos la puede proporcionar un territorio, un idioma, nuestras tradiciones y mucho menos una bandera, un himno o una patria es simplificar lo complejo. Con seguridad nuestra “individualidad” está potencialmente en nosotros mismos y todos los derechos deberían de orientarse a que se desarrollase total y libremente.
Hay que defender la identidad, puesto que la diferencia es un elemento constitutivo de cada ser humano y también de las identidades colectivas en que este se agrupa.
Oscar Sánchez Fernández de la Vega
El individuo es lo importante. En el génesis de la filosofía, la democracia, la república está el individuo con su espíritu crítico. El mundo lo hemos inventado los individuos interpretando, manipulando y soñando la realidad. La razón individual hizo posible la convivencia y la convivencia nos sugirió la base democrática que nos permitió ofrecernos unos a otros el estado de derecho en base a unos contratos sociales que la globalización va a obligar a revisar en un futuro próximo.
Por encima de la construcción de entidades supranacionales, de los Estados-Nación, los Pueblos-Nación y las Autarquías Locales se encuentra el individuo, ese cosmos, esa nación interior, esa particular y grandiosa epopeya vital .
La gente ya no quiere ser española, pero de nada vale ser “vasco”, “gallego”, “bretón” o ”corso” si no se consigue que a cada individuo le permitan ser el mismo, amparado por todos los Derechos Humanos posibles y universalmente aceptados. Esa sería la “globalización” que a todos nos interesa, Y esto es además perfectamente compatible con mantener creaciones culturales diferenciadas (vascas, gallegas o eslovenas), plenamente defendibles siempre y cuando no sean empleadas como arma arrojadiza contra nadie y sabiendo además que son siempre insuficientes para lograr la identidad de uno mismo.
Creer que nuestra identidad nos la puede proporcionar un territorio, un idioma, nuestras tradiciones y mucho menos una bandera, un himno o una patria es simplificar lo complejo. Con seguridad nuestra “individualidad” está potencialmente en nosotros mismos y todos los derechos deberían de orientarse a que se desarrollase total y libremente.
Hay que defender la identidad, puesto que la diferencia es un elemento constitutivo de cada ser humano y también de las identidades colectivas en que este se agrupa.
El individuo es lo importante. En el génesis de la filosofía, la democracia, la república está el individuo con su espíritu crítico. El mundo lo hemos inventado los individuos interpretando, manipulando y soñando la realidad. La razón individual hizo posible la convivencia y la convivencia nos sugirió la base democrática que nos permitió ofrecernos unos a otros el estado de derecho en base a unos contratos sociales que la globalización va a obligar a revisar en un futuro próximo.
Por encima de la construcción de entidades supranacionales, de los Estados-Nación, los Pueblos-Nación y las Autarquías Locales se encuentra el individuo, ese cosmos, esa nación interior, esa particular y grandiosa epopeya vital .
La gente ya no quiere ser española, pero de nada vale ser “vasco”, “gallego”, “bretón” o ”corso” si no se consigue que a cada individuo le permitan ser el mismo, amparado por todos los Derechos Humanos posibles y universalmente aceptados. Esa sería la “globalización” que a todos nos interesa, Y esto es además perfectamente compatible con mantener creaciones culturales diferenciadas (vascas, gallegas o eslovenas), plenamente defendibles siempre y cuando no sean empleadas como arma arrojadiza contra nadie y sabiendo además que son siempre insuficientes para lograr la identidad de uno mismo.
Creer que nuestra identidad nos la puede proporcionar un territorio, un idioma, nuestras tradiciones y mucho menos una bandera, un himno o una patria es simplificar lo complejo. Con seguridad nuestra “individualidad” está potencialmente en nosotros mismos y todos los derechos deberían de orientarse a que se desarrollase total y libremente.
Hay que defender la identidad, puesto que la diferencia es un elemento constitutivo de cada ser humano y también de las identidades colectivas en que este se agrupa.
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